Taller de lecturas: Nada nuevo sobre Hamlet. Por Rubí Rivera.

                                      

A Coré.

  Esta es mi deuda pendiente para una de los corazones más grandes que habitan este mundo y con quien tuve la oportunidad de “compartir el pan” en el Laboratorio del Ser, un ensayo escrito hace algunos meses que justo desembocaba en la importancia de William Shakespeare. El motivo de incluir un Taller de Lectura en el proyecto de Laboratorio es porque me di cuenta que al intentar leer teoría teatral se hacían muchas referencias a lecturas, mitos y personajes clásicos, desde lo griego hasta la vanguardia y, al no tener el conocimiento de esos ejemplos citados me perdía la oportunidad de comprender la teoría.

   Aunque no sé si alguna vez terminaré de comprender el teatro supe que era necesario seguir el ejemplo de la gente que ha dedicado su vida a él, era necesario seguir el ejemplo de Artaud, de Grotowski, de Augusto Boal, de Héctor Mendoza, de Anne Bogart, etc… era necesario conocer el pasado.

   Estudiar las bases para crear mi camino. Nunca podré olvidar la primera pregunta que nos hizo Coré respecto de la primera lectura: ¿Qué significa el nombre de Lisístrata? Ya que ni se me ocurrió investigarlo, fue como una cachetada porque me di cuenta que ahora no solo era necesario leer sino ir más allá, que la lectura solo es el pretexto de dónde parte nuestro entendimiento para, después, tener un punto de vista y hasta mucho después, crear algo (no sé si arte) a partir de eso.

   Ha sido inevitable relacionar cada uno de los textos con el resto de nuestras materias del Laboratorio (más aún con la materia de Actuación). Así como ha sido inevitable imaginar/suponer cómo se representó tal texto en su época, imaginar/suponer cómo se representaría hoy en día. ¿Qué serie de circunstancias influyeron en los autores para escribir lo que escribieron? ¿Cuáles eran sus contextos? 

   Descubrir partes de la historia a través de ellos, conocer a estos personajes representativos de su tiempo viviendo situaciones aparentemente de su época pero que en realidad trascienden los tiempos; algún Doctor Stockman siempre defenderá la verdad, sus ideales; algún Juan siempre manipulará a alguna Señorita Julia, pero sucumbirá ante su patrón, en fin, mientras la raza humana habite este planeta, alguien estará viviendo algo que se ha escrito.

   Sin duda alguna, el gran aporte para las sesiones de actuación fue Shakespeare; maestro de los personajes, situaciones límite y extraordinarias que no por eso dejan de ser humanas, al contrario, son las que nos revelan más de nosotros mismos: “¿Qué me va a pasar que no quiero que me pase?” hasta las últimas consecuencias. Partiendo siempre de un contexto, sus personajes no son seres ajenos al mundo, ¿un actor no debiera serlo también? Ser un ser no ajeno al mundo, “¿Cómo va el mundo?” nos cuestiona la maestra Coral Aguirre repentinamente en clase de actuación. 

  Un Macbeth descubre su capacidad de asesinar a la vez que siente remordimiento de ello, utópicamente, lo ideal sería descubrir algo que no sabía de mí mismo en cada situación imaginaria llevada al límite, descubrir mi capacidad de reír, de traicionar, de doblegarme o seducir al otro, etc… “nada de lo humano me es ajeno”.

    Yo no sé si tengo la capacidad de escribir algo “nuevo” acerca de Hamlet porque, aunque lo hiciera, probablemente alguien, vivo o muerto, lo ha pensado antes sin yo saberlo, o tal vez no ¿Eso importa? Ese es mi dilema Hamletiano ahora. Espero encontrar mis propias respuestas algún día. Tal vez algún espectro me revele cosas fuera de mi alcance.

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