I. Adolescencia robada. Por Alfonso Castro.

 


   Una de las primeras preguntas que se me viene a la mente es: ¿Quién inventó la palabra  homosexual? Una palabra que a mi corta edad le temía tanto. Cuando era niño no me sentía diferente, jugaba con monitos, voto, fútbol, aunque bueno, no la armaba en ese deporte, me sentía patético, pero tenía que cumplir con mis amigos, creo que ahí está la primera señal, pero no nos adelantemos. Cuando iba en sexto de primaria recuerdo que le conté a mi hermana que un compañero mío se me hacía guapo, ella sin pensarlo me acusó con mamá, me regañó tanto que jamás volví a confiar en ella. Mamá se lo ocultó a mi padre, sabía que me daría una golpiza, así que decidió no hablar por el bien de los dos. Meses después abracé a mi mejor amigo, Guillermo era o es su nombre, mi padre sí se enteró. Subió a mi cuarto, le pego a la puerta, yo estaba viendo Pokémon, sólo me levantó y comenzó a tirar puñetazos. Desde esa vez aprendí a reprimir lo que sentía y lo que era.

   Me atormentaba la idea de la adolescencia y el despertar sexual, me atormentaba que descubriera que me gustaban los hombres, me odiaba por eso. Cuando por fin llegó, comencé a pensar que el sexo para mi era algo lejano, no tenía derecho porque era pecado, me iría al infierno, mi abuela y mi madre siempre lo decían, las puertas del cielo estarán cerradas para todos ellos. En la secundaria había uno, se llamaba Ricardo, me caía muy mal, pero ahora que lo pienso era pura envidia. Él se juntaba con todas las niñas, era una de ellas, muy atrevido, muy abierto, y le valía lo que dijeran en el pasillo, sólo era feliz. Yo lo observaba y me daba tanto miedo caer en eso, en la feminidad. Ricardo era muy popular, nadie se atrevía a meterse con él porque era una de las chicas plásticas, así que, para todos los heterosexuales que querían lograr algo con alguna chica popular tenían que pasar primero por el buen ojo de él, suena gracioso, pero eran protocolos que los adolescentes de la secundaria numero cuarenta y cinco seguían.

  Estaba enamorado de algunos compañeros de la secundaria, bueno, creo que de todos me enamoré, pero yo fingía muy bien, al grado que decía que Lizeth era mi amor imposible, nunca me hizo caso, y que bueno porque me hubiera descubierto. De ella también se decía que era lesbiana, se juntaba con Cindy, era igual que Ricardo, pero ella me daba mucho miedo, inclusive puedo afirmar que físicamente era más fuerte que yo, y defendía a Lizeth de mí porque sabía que yo estaba “detrás de ella”, éramos como rivales, pero Lizeth dejó de importarme, y cuando ella sintió eso de mí, además de que toda la secundaria supo que tenía algo con Cindy, quiso recuperar su imagen de mujer y se acercó a mí, pero ya no le hice caso, la menosprecié y creo que ahora me siento mal por eso, porque le dije: maldita lesbiana nadie te quiere. Éramos adolescentes y no nos importaba el dolor ajeno.

  En la secundaria no tuve ninguna novia, no era por mi diferencia, era por mi aspecto físico, gordito, bueno, muy gordito, con lentes y sudaba mucho que apestaba. Las niñas siempre me hicieron el feo, pero era algo que no me importaba, me refugiaba con mis amigos, mis eternos enamorados. Recuerdo que un día estábamos jugando a las luchitas ¿Por qué teníamos que demostrar fuerza? Yo era muy débil y siempre perdía, estábamos Xavier, Roberto, Omar, Toño, Mikel, Rubén, Luis y entre todos me agarraron, no podía zafarme, pero comencé a tener una erección, me asusté mucho porque teníamos la costumbre de agarrarnos nuestras partes. Sobre todo Omar que era medio mañoso, si alguien se atrevía a agarrarme se daría cuenta, y así fue. Omar me agarró y gritó: - ¡Chocho la trae parada! - todos me soltaron y comenzaron a verme extraño, no podía salir de la situación, pero tampoco iba a confesarles lo que era, entonces sólo guardé silencio y dejé que el terminara el día, la semana, el mes. Ellos no  dejaron de hablar de aquel acontecimiento por toda una temporada, hasta que se les olvidó, pero jamás volvimos a jugar luchitas. 

  Con el tiempo aprendí a disimular muy bien, lo reprimí tanto que no me permitía ningún ademan o signo que demostrará lo que era. La secundaria terminó y comenzó la preparatoria, fue una de las mejores épocas de mi vida, pero también fue donde conocí a Michel, mi primer amigo que supo sobre mi homosexualidad.




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