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| Fotografía: cortesía de Elizabeth Valdez Soto. |
El teatro como memoria
genética de nuestros sueños
Elizabeth Valdez Soto
Este día tan especial en el cual celebramos el Teatro; ese acto tan humano, necesario e inherente a los individuos, que consiste en expresarse a través de palabras, gestos, música, movimiento y emociones en una palestra formal o de vida, quiero dirigirme a los que de repente me preguntan…”-y bueno, eso del teatro ¿qué es? ¿para qué podría servirme?”
También quiero dirigirme a los alumnos de las escuelas que al escoger teatro como opción extracurricular en lugar de la oferta siempre mayor de actividades deportivas argumentan que lo hacen para no estar bajo el sol.
Espero lean estas líneas también las autoridades educativas o gubernamentales que sobajan groseramente la labor de los que nos dedicamos a actividades artísticas, en especial al teatro por considerarlo sólo una práctica accesoria llevada a cabo por personas que no merecen tener un nivel de vida con calidad en todos los aspectos, incluido el económico, convirtiéndolas así muchas veces en mendigos del arte.
Y bueno; empezaré por la difícil tarea de definir al teatro; difícil por las distintas aristas que lo componen. Tenemos definiciones que se enfocan en su historia, en sus elementos, en sus etapas, en sus teóricos.
Podemos abordar al teatro como una conjunción de diversas disciplinas: literatura, música, movimiento, escenografía, iluminación…y emociones.
Convendría también verlo como un alivio a los avatares de nuestra vida diaria a través de la catarsis que conlleva el vivir otras vidas.
También se podría analizar su papel como medio de expresión social, política, religiosa, de entretenimiento, de difusión propagandística… y por supuesto artística.
De todo ello, podemos deducir la importancia que reviste el quehacer teatral en el desarrollo armónico de los niños y jóvenes y de manera muy contundente en la sociedad.
No puede haber un desarrollo armónico en nuestros jóvenes si no despertamos en ellos la sensibilidad que da el practicar una actividad artística. Necesitamos generaciones con preparación académica y corporal de calidad, sí; pero también es necesario fortalecerles su inteligencia emocional, su resiliencia y su empatía hacia los demás…y en eso ayuda mucho el teatro. Debemos entender que por cada hora que pasamos en las redes, perdidos en las ansias de notoriedad y atención perdemos una gran parte de nuestro potencial de convivir con los que están a nuestro alrededor y con nosotros mismos. Perdemos la oportunidad de una sonrisa sincera y una mirada franca…y muchas veces hasta el sentido de nuestras vidas, buscando comprensión de gente sin rostro igual de perdidos que nosotros.
Yo tengo mi propia definición de teatro, centrada en mi corazón, que seguramente no es objetiva, pero si muy auténtica y se las quiero compartir en esta fiesta teatral que hoy nos reúne.
El teatro puede ser un estilo y filosofía de vida y el mundo completo un escenario; porque finalmente todos vamos por la vida con nuestros distintos rostros de acuerdo con la ocasión y objetivos del momento, entonces ¿por qué no intensificar la catarsis poniéndonos en la piel de cuanto personaje nos inspire?
A través de la siguiente poesía de mi autoría quiero compartir lo gratificante que es para mí el teatro e invitar así a quien me lea para unirse a esta pasión que cuando te alcanza te consume y te redime.
Eternamente Miranda
Empezó siendo un refugio
para mis ansias de huida
y se convirtió pronto en una verdad
y en un abrazo largo que me acogió
sin cuestionarme ni juzgarme.
En el teatro mezclo a todas
mis versiones, miedos y deseos
y vivo momentos irrepetibles
de pasión sin máscaras
en un tejido sutil de luz y vida.
Cada personaje creado
es un encuentro conmigo misma
que me da la oportunidad de construirme
en cada trazo de palabra
que me lleva a fundirme con el infinito.
Y a sentir que por fin estoy en casa.
Tomado del libro “Los
colores del camaleón”
Autora: Elizabeth Valdez Soto.
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