Gracias por las gomitas. Por Alfonso Castro.

Antes era todo lo opuesto a lo que soy ahorita, tengo una personalidad extraña, mi madre también la tiene. Cuando estuve en la secundaria tenía una novia, creo que todos la han tenido por querer taparle el ojo al macho, pensé que me podría convertir en heterosexual, así que duré algunos años con ella, no la engañé, cuando salí del clóset ella me comentó que ya la sabía, así que después de dejarla comencé a hacer un gay abierto y a salir con vatos. Aunque estaba dentro del clóset, vaya, no había anunciado oficialmente mi orientación sexual, no me detenía, siempre fui bien maricón, inclusive no salía con discretos, me cagan esos vatos, salía con gente abiertamente homosexual, me pregunto: ¿estuve en el clóset o mamá fue la que estuvo en él? Nunca le había dicho a mamá, el clóset para mí era entrar a casa y no poder contar nada, porque sabía que no me aceptarían, aún no lo hacen, mamá se hace de la vista gorda, nunca me pregunta nada al respecto, y cuando yo trato de entablar una conversación acerca de mi homosexualidad lo único que recibo es el silencio. ¿Por qué no puede ser tan sencillo que aceptes a tu hijo tal cual es? Las madres merecen respeto, pero los hijos también, no sé exactamente lo que ella siente, pero sí puedo hablar de lo que yo siento, y son unas enormes ganas de contarle a todo mundo mis preferencias sexuales porque nadie debe de reprimir lo que siente y mucho menos debe esconder en el clóset a la persona que ama. A mí me sacaron del clóset. Salía con un chico que vivía cerca de mi casa, en Las arboledas para ser exactos, un día decidimos tomarnos una foto juntos, una foto nada comprometedora, sólo estaba cerca de mí como fingiendo ser amigos, porque cuando uno está en el clóset debe aprender a esconderse para que no lo cachen, en ese aprender está el disimular un noviazgo con una bonita e íntima amistad, mamá ya lo sabía porque se daba cuenta que yo seguía saliendo pero no con una chica. Sin embargo le faltaban pruebas para comprobar mi homosexualidad. Al tipo se le ocurre mandarme la foto con un mensaje diciendo: “gracias por las gomitas”, sentí bonito, pero nunca creí que esas palabras me sacarían del clóset. -Despierta, Víctor ¿qué es esto? -, mamá lloraba mientras repetía la misma pregunta una y otra vez. -De qué hablas mamá-. Estaba demasiado desconcertado, no sabía exactamente lo que pasaba. -Este pinche mensaje, qué es eso de gracias por las gomitas-. - ¿Cuáles gomitas, mamá? -. - No puedo creerlo ¿y tú novia? -. Cuando mencionó a ella me di cuenta acerca de lo que estaba hablando, aunque seguía bajo los efectos del sueño, sabía las palabras exactas que le diría. -Sí mamá, soy gay y ya no tengo novia, tengo un novio. Mamá se alejó lentamente, seguía repitiendo constantemente que la homosexualidad era mala, su lenguaje fue muy punitivo, me sentía como un criminal, como la peor persona del mundo ¿Por qué debemos sentirnos tan mierda por aceptar nuestra identidad? Ella es la que se debería sentir así, invadió mi privacidad y me sacó del clóset, creo que hubiera sido mejor que le siguiera tapando el ojo al macho. Ahora en casa no menciona la palabra gay, como que al no mencionarla no se hace verdad, muy Elena Garro de su parte. Después de salir del clóset, más bien, después de que me sacaran del clóset pensé que todo marcharía bien, pero no, hubo demasiada violencia simbólica por parte de mamá, muchas restricciones, no me hablaba, no me dejaba salir, no me daba dinero para ir de fiesta y fue entonces cuando ese vato, el de las gomitas, se volvió todo para mí, pero luego salió con sus chingaderas. Cuando una madre te abandona en ese proceso de aceptación y búsqueda de identidad uno se aferra a lo que más seguro tiene, uno quiere sentir seguridad, protección y confianza y si tu propia familia te niega esas necesidades básicas aprendemos a conseguirlas por otro lado. Desgraciadamente no se educa para ser gays, es decir, cuando eres hetero hay todo un mundo de posibilidades, pienso que ellos no sufren, que su vida transcurre entre escoger la mejor pareja y esperar a que se conciba el matrimonio, sólo es cuestión de tiempo, pero en el caso de los homosexuales, primero debes enfrentarte a tu familia, después a tus amigos, y al final contra toda la sociedad, ni siquiera podemos casarnos o adoptar hijos tan fácilmente, nos tachan como pervertidos y se piensa que los niños deben crecer con una familia heterosexual, por favor, las familias heterosexuales también maltratan a los niños, véanme a mí, tengo que llevar terapia, pero no por mi homosexualidad, en fin, a mamá le toca aceptarse a ella misma, porque yo me acepto tal cual soy, pero ella vive un mundo en donde los gays no existen, en donde yo soy invisible y ella cierra la puerta del clóset constantemente cada que yo intento abrirla. Las madres deben aprender a salir del clóset, sé que no es una tarea fácil, pero deben al menos intentarlo, deben al menos tratar de comprender que uno es diferente, pero nadie nos enseña a amar la diferencia y mucho menos a respetarla, hemos creado un sistema de creencias en donde todos deben seguir las reglas de la heteronormatividad, si eres niño te gusta la vagina, si eres niña te gusta la verga, es como si no pudieras tomar otras decisiones, como si la vida ya estuviera escrita y sólo venimos a reproducirnos y a tener una familia, claro que me apetece tenerla, pero mi familia será diferente, igual que la familia de mamá. Mi papá se marchó, mamá no quiso seguirlo y nadie la juzga, a ver, yo me podría poner muy cucho y decirle: - es el deber de la mujer, seguir a su esposo a donde quiera que vaya-, pero no, la vida no es así, uno aprende a tomar decisiones por su propia cuenta, debe aprender a respetar las decisiones que los demás toman, mamá no entiende eso. Sin embargo, la comprendo, porque no es fácil ser mujer y sobre todo soltera. Mamá se enfrentó a Mario, el novio que más he querido, ya no podía seguir ocultándolo, así como ella me sacó del clóset yo también lo hice, comencé a llevar a mi novio a la casa, al principio era muy incómodo, sus miradas de señora juzgona y esas jetas que ponía que no decían otra cosa más que nos iremos al infierno por jotos. La verdad Mario comenzó a sentirse un poco inseguro, no quería pararse en la casa, mamá era intimidante, no le decía nada, pero el cuerpo comunica más que las palabras. Mario sabía que era necesario que debía seguir yendo a casa, así que poco a poco le dejaron de importar las jetas de mamá. Con el tiempo la boca chueca de mamá se fue acomodando y sus ojos volteados recobraron la postura, se le veían menos arrugas y su actitud comenzó a cambiar, al menos ya lo saludaba y le sonreía, pero el día que lo invitó a cenar casi me desmayo, no podía creer esa invitación por parte de mi madre, Mario volteó y me dijo que si todo estaba bien, la verdad no supe como contestarle, hasta llegué a pensar que mamá le pondría veneno a su comida, pero no, no creo que fuera capaz, así que los dos decidimos ir a cenar con ella. Tuvo que aceptar y aceptarme, al final de cuentas una madre nunca abandona, al igual que los homosexuales ellas viven su propio proceso, suelen mantenernos en el clóset con sus amigas, con las abuelas, con los tíos y los primos, pero no porque ellas se avergüencen, sino que lo hacen para protegernos, para que nadie pueda insultarnos y agredirnos, porque muy en el fondo sabía que si alguien se atrevía a ponerme una mano encima mamá estaría para defenderme. Las madres de los homosexuales también salen clóset, a algunas les lleva toda la vida, pero a otras como a mi madre sólo un par de años, cuando ellas salen del clóset nosotros sanamos y por fin está completa nuestra identidad.

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