Cronos revolucionario: José Revueltas I. Por Aarón Coré

“Escribir ya en sí mismo es una forma de libertad, que aun sin papel ni pluma nadie nos podrá arrebatar de la cabeza a menos que nos aloje dentro de ella una buena bala con la que termine todo”.
José Revueltas.  

José Maximiliano Revueltas Sánchez nació el año de 1914 en Durango, un tiempo de importantes acontecimientos históricos, políticos y sociales para el México del siglo XX. Una época que para el escritor no pasaría inadvertida en sus primeros años de formación como persona.

   La familia se mudó a la ciudad de México cuando José tenía seis años e inició su estudio primario en un colegio hasta cuarto año, el cual, se vio interrumpido por una crisis económica familiar. Sin embargo, continuó su estudio en la instrucción pública primaria y una vez terminada, ya había tomado la decisión de abandonar la escuela para continuar la enseñanza-aprendizaje de forma autónoma.

   Al convertirse en autodidacta fue definiendo su carácter de estudio por medio de la autoexigencia, constancia y empeño por aprehender aquello que en la escuela no se encontraba. Es decir, en ese aprendizaje existe una autorreflexión sobre lo que se descubre por cuenta propia de un autor,  idea,  libro o biblioteca. Después de todo, ser autodidacta es hacerse de un espacio propio, descubrir y escuchar lo que el otro está compartiendo por medio de sus letras o en kas colectividades. 
  
 Ser autodidacta, no tiene nada que ver con un tipo de egoísmo o autoexclusión del mundo, al contrario, se reconoce la maravilla de estar acudiendo al encuentro de uno mismo y del otro que escribe  ideas para transformar el mundo.

  ¿Cuál fue el resultado del proceso autónomo de enseñanza-aprendizaje que José vivió? Después de visitar durante años la Biblioteca Nacional el conocimiento lo transformó. Y este punto en su vida, me recuerda a lo que menciona el maestro de dirección Gerardo Valdez y que consiste en practicar lo que se teoriza. 

   Y en José sucedió esa revelación y rebelión. Él descubrió algo que hasta ese momento era secreto,  ignorado y  necesario revelar a las personas. Inició una especie de apostolado para hacer saber cosas al mundo acerca de  los medios de producción en manos del Estado a fin de que se hiciera una distribución justa de bienes para el pueblo y estaba convencido de que su país lo necesitaba después de años de intensa batalla militar entre las clases sociales. 

   Pero ¿qué implicaba el revelar ese tipo de ideas? Levantarse, moverse de lugar, es decir, la rebelión. Estaba desobedeciendo la política y autoridad al caminar por la calle junto a otros en dirección hacia el Zócalo capitalino con el puño levantado hacia lo alto como una manifestación plena de resistencia política.

   El futuro escritor iniciaba su camino como un ser político y ya tenía claro que un intelectual actúa para una causa social. Ahora participaba en  revueltas, había abierto los ojos y fijado su vista a las alturas.  Reconocer que había sido parte de un pueblo inclinado o agachado respecto a su persona y modo de ser ante el mundo fue una de sus primeras revelaciones. Lo aprendido y aprehendido en sus horas de autodidacta y relación con los demás,  había germinado.

   ¿Hubo consecuencias? Sí. Porque un alzamiento colectivo no conviene a los bienes  de la autoridad y menos en un contexto de reciente conflicto social armado. Era peligroso que no sólo un individuo pensara, sino que lo hiciera en conjunto. Y es así como se fue marcando la costumbre de que en cada sexenio del siglo XX se tildara de sēditiō a todo aquel que se revelara y participara en mover el orden de cosas.

   El motín como producto de un pensamiento y de acción política por parte de adultos y menores de edad se tenía qué corregir. Pero ¿cómo se podría castigar también a un menor de edad? ¿Dónde se podía meter preso al menor que se unía a las revueltas? El lugar ideal para que un adolescente cumpliera una pena de prisión era la Correccional. El joven lleno de ideales políticos cumplió su primera condena durante seis meses de encierro.
  
  Pero, surgió  la otra consecuencia,  la de la gran reflexión que sucede después de la práctica y que impregnaría de libertad la literatura que estaba por emerger a partir de su ideal político. El filósofo y escritor José Pablo Feimann habla de este proceso y consecuencia en la labor del que estudia, piensa y actúa: ¿Es necesario que todos los intelectuales escriban para una clase social? Es deseable que todos sientan la causa de libertad, porque es la causa primera que permite escribir una literatura libre.

  José el autodidacta, después del conocimiento y práctica  afirmaba su apellido. Ya no era el mismo de antes. Había descubierto el poder de las personas reunidas para la acción y de cómo entre ellos las ideas escritas cobran forma en la realidad, se vinculan y fortalecen. En esa colectividad política, se mezcló la  razón y pasión de todo su ser contra aquellos que usaron el poder para que una persona o un pueblo entero agachara la mirada o viviera a ras del suelo...¿a qué dirección dirigiría José Revueltas sus pasos después de la revelación y su rebelión?
                                                                     Por Aarón Coré.



Aarón Coré.* 

   Nació en Monterrey, Nuevo León, México en el año de 1982.  Egresó el 2015 de la Escuela de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, México. (UANL). Actualmente, cursa el sexto semestre de la Licenciatura de Educación en la misma universidad.

   El 23 de marzo de 2020, creó la Revista Sector Nostalgia. Pasión por el retorno... A través de este proyecto, se retorna a un tema cultural, personaje o trayectoria de un artista específico y se vincula con nuestro presente por medio de la escritura, podcast, entrevistas y breves documentales.

   Fundó  Mezquiteatro, el 6 de febrero de 2019, una compañía teatral independiente en la que realiza talleres, escritura, teatro y encuentro con las comunidades.  

*Actualizado el 04 de septiembre de 2021. Monterrey, Nuevo León, México.


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