TEXTO PARA EL DIA MUNDIAL DEL TEATRO. Rosalva Eguia. Nuevo León. IIMNDMT.

Fotografía: cortesía de Rosalva Eguía.
Descubrí el teatro siendo niña, a los doce años, cuando cursaba el sexto grado de primaria. Fue amor a primera vista, fulminante y avasallador. Antes de eso, yo quería ser profesora de educación primaria, luego de eso, solo anhelaba ser actriz, finalmente terminé haciendo ambas cosas, una complementando a la otra.

Siendo docente me di cuenta de la valiosa herramienta que era el teatro en las escuelas primarias donde trabajé, desde las escuelas rurales, hasta las urbanas. Era un bálsamo sanador para el espíritu de mis pequeños alumnos, especialmente en los turnos vespertinos, donde la agresividad estaba a flor de piel por las familias rotas donde faltaba el padre, la madre o los dos. Expresándose a través de la actuación, aumentaba en los niños su seguridad, el trabajo de equipo, su creatividad, su alegría y su diversión, pero sobre todo los hacía más empáticos y respetuosos con sus compañeros. Quise, con la promoción teatral en las escuelas, que mis alumnos sintieran toda la felicidad que a mí me daba, ya sea que lo presentara en un espacio formal, o en una plaza, en los municipios, en los CERESO, en los lugares menos pensados.

El teatro salva y libera, es vida y voz de los más variados personajes de un país.

Pienso, por cuántas situaciones adversas habrá pasado el arte teatral a partir de la primera vez que se hizo una representación a lo largo de la historia de la humanidad y sigue aquí, como en este momento en que estamos cumpliendo dos años de pandemia. Se cerraron los teatros, se pararon todas las actividades teatrales, actores, actrices y demás creativos involucrados en este arte nos fuimos a encerrar, pero el teatro seguía latente, vivo, buscando otros cauces, otras salidas, se aprovecharon las redes sociales, cursos en línea para seguirnos preparando y actualizando, ensayos por zoom, presentaciones virtuales donde cada actor o actriz actuaba desde su casa, mis manos y mi voz estuvieron presentes en SOBRE OFELIA UNA FLOR. Dimos funciones en teatros vacíos de público a tres cámaras que luego los llevaban hasta los hogares como fue el caso de ASTROS, UN ARRULLO PARA LULÚ. Hicimos ensayos al aire libre, en estacionamientos, en la plaza del Chorro, luchando por no comernos el cubrebocas al hablar. Dimos funciones con aforo del 30%, o del 50% según fueran las variaciones de las olas del COVID, como pasó con EL EJÉRCITO ILUMINADO y DISECCIÓN.

Yo viví estas nuevas formas de hacer teatro, la pandemia no nos venció, seguimos aquí, al pie del cañón.

Me viene a la mente una imagen post apocalíptica donde se ve destrucción por doquier, pero aferrada a un pequeñísimo pedazo de tierra brota una florecilla luminosa. Así es el teatro, el teatro vive. ¡Viva el teatro!



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