Las niñas que protegen al niño. Por Alfonso Castro.



  Todos se apilan en grupos, y yo no pertenezco a ninguno. Por lo regular siempre llego temprano, solo para tener la excusa de no dirigirme a nadie, ni a nada, así como van llegando yo voy desapareciendo, me quedo en mi lugar, escuchando como las voces van en aumento. Nadie llega a mi lugar, al contrario, es como si fuera un imán, pero del lado negativo, mientras que los demás niños en el lado positivo se alejan de mí como si fuera un tirano. No me importa el silencio, así estoy cómodo, mis pensamientos no son abruptos, trato de mantener la calma ante la ira. Las dinámicas que ellos van formando se generan a partir de la convivencia de los demás, y eso los perpetuará por el resto de sus vidas. Por ejemplo, Nicolas es el típico niño que de grande será aficionado al fútbol y no tendrá otra cosa que hacer los fines de semana que ver a tontos persiguiendo un balón, mientras que todos en su casa gritan gol sin tener un significado claro de dicho sustantivo, después del partido de fútbol sacará a su familia a pasear y derrochará su dinero, que viene de la herencia de su padre, para impactar a las demás familias que viven en su colonia privada, que también lo compró su padre. Después llega Daniel, es el más fastidioso, el que más me ataca. Sin embargo, a veces me defiende, o bueno, al menos guarda silencio ante las agresiones de los demás, supongo que después de que él inicia a molestarme siente algo de arrepentimiento y quiere disculparse, eso es un acto de valentía, no seguir el juego de tus amigos brabucones, a él le gusta el basquetbol, supongo que de ahí viene su diferencia.

  Después llega Arely seguida de sus secuaces Natalia, Sofía, Amanda y Paulina, no me caen mal, pero son las niñas de plástico, las líderes del grupo, las que mangonean a los niños. Hay otro grupito de niñas que está conformado por Mariel, Victoria, Eileen, Grecia y otra Paulina, pero ellas pasan un poco desapercibidas, como yo.

  Por las mañanas me siento a leer, los observo de reojo, y sé que los niños ya están planeando alguna fechoría contra mí, el sueño es mi aliado, en la primera clase todos estamos en un estado de transe que no tenemos energía ni para hablar, así que de siete a ocho puedo estar tranquilo, siempre olvido lo que vemos, mis intereses están en otro lugar, como por ejemplo en preguntarme: quien soy y qué es lo que quiero de la vida, no sé para qué mierda nos enseñan todo esto. Bueno, papá dice que alguna utilidad debe de tener, que los procesos educativos son procesos culturales que terminan con la alineación de las personas para que sean ciudadanos obedientes. Vaya robo, pero creo que mis compañeros de clase no se dan cuenta de lo más mínimo, son como unos cavernícolas, sólo gritan sin ningún sentido y corren compitiendo entre ellos, parecen unos bárbaros. En la segunda hora comienza el bullicio, los gritos por la necesidad de atención y las frases célebres de todos los días que se asoman por las ventanas de cada salón; cállate, siéntate, guarda silencio, te voy a mandar reporte, no te salgas sin permiso, termina el trabajo, escribe bien, te voy a dejar sin recreo, esa es mi favorita…

  El recreo es tormentoso, tengo que correr de un lugar a otro para no ser atrapado por una ola de niños furiosos, somos varios los que nos escondemos. Uno de ellos es Carlos, es de otro grupo, no nos hablamos, pero nos comunicamos con las miradas los mejores lugares para escondernos. Es nuestro juego, jugar a las escondidas, si nos encuentran nos matan, vivimos en Latinoamérica, desde el colegio debemos aprender a cuidarnos de las balas perdidas.

  El balón se ponchó, los niños estaban tan frustrados que no sabían cómo canalizar su energía, las niñas comenzaron a gritar y correr porque sabían que los niños irían detrás de ellas para molestarlas. Uno gritó, supongo que fue Daniel: -Encontremos a esos cobardes -, los demás niños con expresiones que jamás había visto gritaron en conjunto un frondoso sí que retumbó en todas las paredes del colegio. Carlos y yo seguíamos escondidos, pero jamás pensé en delatar su paradero, si me encuentran a mí resistiría hasta el último minuto del recreo las golpizas de esos brabucones. Los gritos de las niñas seguían escuchándose, era una completa masacre, sólo veía un montón de pies pasar enfrente de mí, mientras que los ojos de Carlos habían desaparecido.

- ¿Dónde está el otro cobarde? -Carlos no respondía.

-Tienes 5 segundos para que me digas en dónde está el otro maldito cobarde-.

-Te juro que yo no sé en dónde se esconde. Respondió Carlos.

-Si no me dices dónde está, los golpes que iba a ser para él también te los daremos a ti.

  Me encontraron. No culpo a Carlos, tal vez yo en su situación hubiera hecho lo mismo, traté de correr, pero siendo realista me iban alcanzar en menos de un minuto, no soy tan hábil como ellos. Nos tenían sobre la pared. Carlos no me miraba, la pena por delatarme o el miedo a la golpiza lo hacía clavar su mirada al suelo.

  De la nada siempre brotan grandes cosas, pero no sabemos con certeza qué es la nada, siempre nos dijeron que éramos eso, que no valíamos nada y que íbamos directito para allá. Cuando desaparecemos nadie pregunta nada, nadie nos busca, nadie responde y nos convertimos en nada, y la nada y el nadie, parecen sinónimos. Pero el primer concepto no significa nada y el segundo nadie. La nada y el nadie son eternos cómplices del silencio y el olvido. Nada es igual a silencio, nadie es igual a olvido. Pero las estadísticas son algo, un número abstracto que nadie entiende y nada dice. Nos hemos convertido en número y no dejaremos que nuestras hermanas se conviertan en nada y que nadie las olvide.

-Saquen su libreta de español -. Las niñas que estaban alrededor fueron alejándose poco a poco para ir a sentarse a su lugar y seguir la instrucción.

-No maestra, síganos contando cómo era usted en su infancia…

Sector Nostalgia

Revista mexicana de Teatro, Arte y Cultura.

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