El cuento de Chachalaca
Luz
Verónica Gallegos Cantú
Pasaba Paloma cerca de la jacaranda, cuando se dio cuenta que Chachalaca estaba ahí, posada en una rama, con la mirada perdida en una nube que, por cierto, era diferente: ésta tenía un ojo... ¿por qué sólo uno?
La
paloma se detuvo para saber cómo estaba su amiga. No se veía que sus alitas
estuvieran lastimadas. También le revisó la cola, quizás había perdido alguna
pluma… pero no, todo parecía normal.
-
¿Qué te pasa, querida? Le
preguntó.
-
Me pasa que, de pronto,
me han dado muchas ganas de escribir un cuento.
Paloma,
feliz de escuchar a Chachalaca, aplaudió y gritó: ¡hurra! ¡hurra! (así como
hacen las palomas cuando están contentas y cuando amanece).
-
¡Brava Chachis! ¿Y en
dónde contarás tus cuentos?
-
Justamente desde aquí estoy
viendo el escenario perfecto, le dijo.
Chachalaca
señaló con su alita, y Paloma dijo: ¡El Tanque!
-
¡Sí!, le respondió
Chachalaca. ¿Te imaginas? Me puedo posar ahí, en la piedra, y empezar a contar
un cuento cada día.
-
¿Y con cuál iniciarás?,
preguntó Paloma.
-
¡Uy! Buena pregunta. Aún
no tengo uno, pero pensaré y mañana nos vemos ahí en el Tanque. Entre las dos,
avisamos para tener público. ¿Te parece?
-
Me parece.
Terminaron
su conversación y se fueron a seguir con sus deberes. A Paloma aún le quedaban
dos o tres carros que ensuciar (ella sabe que para eso los dejan estacionados
debajo de los árboles), y Chachalaca tenía que volver al nido, su mamá le había
pedido que no lo hiciera después de mediodía.
Cuando
Chachalaca llegó a su nido, vio que su mamá movía una ramita por aquí, se
llevaba un cabellito para allá… acomodaba, pues.
-
Chachis, ven, mira… ¿ves
ese hoyito? Se hizo cuando empezaste a crecer y estiraste una de tus patitas.
Ve al Río y busca una hojita seca, con eso lo arreglaremos.
Chachalaca se fue al Río. Volaba un poco y se paraba en
una rama; luego otro tanto y volvía a descansar. Mientras descansaba, miraba lo
que sucedía en las casas humanas. En casi todas veía lo mismo: mamás recogiendo
y arreglando cosas, mamás limpiando y preparando la comida. Mamás, mamás,
mamás, mamás… era lo único que podía ver.
Se
preguntó si eso era lo único que pasaba adentro de las casas. Nunca se había
fijado en ello.
Volvió
del Río y aprendió a tapar agujeros con una hojita. Su mamá le enseñó que hay
que triturar un poco y, luego, ir poniendo pedacitos, para que quede
completamente sellado.
Chachalaca
no dejaba de pensar en lo que había visto. Y se daba cuenta que en su nido
pasaba lo mismo: su mamá por aquí y por allá, siempre haciendo, siembre viendo,
siempre demostrando su cariño de ese modo.
Ya
más tarde y después de haber merendado semillitas, se fue a dormir… Esperaba
con ansias el gran día: su debut como cuentacuentos en el Tanque.
…
Ya
estaba el público listo. Estaban ahí el Pájaro Carpintero y el Colibrí y muchos
más animalitos de la Loma. Casi hasta se podía tocar la emoción que se siente
cuando esperas el mejor regalo.
Chachalaca
tomó posición y, sobre la roca, se paró derechita, respiró hondo y soltó su
cuento:
Mi mamá me ama y
yo también la amo.
Su nido es mi
nido.
Y colorín colorado
este cuento se ha acabado.
El
público aplaudió y aplaudió. El cuento era bellísimo. ¡Era su primera actuación
y había tenido un éxito rotundo!
-
¡Brava Chachalaca!
¡Brava! Le gritaban.
Chachalaca,
con el pecho lleno de júbilo, se inclinó, dio las gracias y dijo:
-
Ya me voy, el nido
necesita más reparaciones y debo hacer mi parte.
Fin.
1. El cuento Chachalaca.
2. Una guía para reflexionar las enseñanzas de Chachalaca.
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