Nostos educativo: Los herederos, la tarea educativa que nos documentó Polgovsky. Por Aarón Coré.

 
  En una de las últimas clases que tuve sobre la materia optativa de Educación y Comunidad, impartida por la doctora Mireya Aspront, que cursé el tercer  semestre en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Autónoma de Nuevo León,  se encargó una tarea referente a la educación.

  Se debía analizar cómo la alfabetización no se lleva a cabo en diversas comunidades o zonas rurales de nuestro país. El documental Los herederos, del fallecido director mexicano Eugenio Polgovsky, fue el material elegido que facilitaría el proceso de reflexión en el aula educativa.

   El documental se desarrolló en una serranía, la cual, se trató de un contexto rural de muy bajos recursos económicos. Un grupo de niñas y niños caminó cientos de kilómetros, cruzó ríos, maleza, piedras, lodo y veredas escabrosas para ir en busca de leña, cortarla y cargarla sobre su espalda. Otros, llegaron a un arroyo y recorrieron de nuevo el camino a casa con cubetas llenas de agua o de maíz.

    Y al mismo tiempo, más niños a bordo de una camioneta se dirigían al lugar donde trabajaban para realizar las mismas labores de los adultos, compartieron el tiempo y pequeños momentos de descanso bajo la sombra. En ese lugar apartado de las ciudades, no existe distinción de edades para la realización de un trabajo y lo único que se les ha enseñado a los niños y niñas es a trabajar la tierra y vivir de su producto.

   El tiempo del que disponían sólo alcanzaba para trabajar, alimentar animales, y conseguir fuentes de alimento. ¿Será posible que continúe existiendo una realidad retratada hace doce años ? El portal de INFOBAE, cita la información del Consejo Nacional de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la cual es una organización autónoma que genera datos sobre la medición de la pobreza en México y nos habla de cómo en el 2008, un 36 % de quienes vivían en zonas rurales no tenían acceso a la educación y para el año del 2018, las cifras eran del 28.2%. La condición de atraso o rezago educativo la viven niños, jóvenes y adultos. El porcentaje mencionado anteriormente, y que en el 2008 documentó Polgovsky , incita al llamado urgente para crear escuelas en las zonas rurales.

   Es necesario tomar en cuenta dos cosas, la primera es la de comprender que los niños de esas comunidades no son utilizados por los adultos con la plena intención de formar un sistema de esclavitud. Aunque se dan esos casos, no se puede generalizar. En estas zonas donde impera la miseria, no hay tiempo para pensar  si el adulto se está convirtiendo en un tirano o verdugo de niños. Al contrario, en esas comunidades donde las familias no tienen recursos para sobrevivir, las manos de ancianos, hombres, mujeres, niños y niñas se unen para el trabajo.

   El segundo punto es que se necesita la participación de instituciones gubernamentales, para que niños y niñas de esas comunidades ejerzan el derecho inalienable de la educación y el de no realizar trabajos de sol a sol. Una vez que se apoye a estas comunidades con rezago educativo, se podrá gozar de los derechos humanos que conlleva la educación. Dichas comunidades están alejadas de la ciudad y, por lo tanto, el descuido u olvido es muy evidente. No hay agua potable o electricidad que son considerados servicios básicos para todo lugar donde habite un humano  y mucho menos, indicios de algún fomento educativo.

  El importante factor que ha impedido el desarrollo de estas zonas olvidadas es la del rezago educativo. En muchas comunidades rurales de México,  no existe la educación ni programas de ayuda social que fomenten soluciones para estos grupos humanos. Programas que contribuyan a que con el tiempo puedan tener las mismas oportunidades que gozan los individuos que vivimos en la ciudad. Dichas oportunidades son de una vida mejor y el de que los niños no sean utilizados para el trabajo todo el día.

   Ahora bien, los niños también elaboran lo maravilloso de una comunidad, la artesanía. En el documental, las manos del niño realizan las bellas figuras llamadas alebrijes, la cual es una artesanía originaria de México y ahí está un factor de desarrollo que instituciones gubernamentales o sectores empresariales podrían apoyar para fomentar su comercialización y difusión. Los niños podrían ser apoyados con la educación y a la vez, dedicarse a ayudar a su familia a realizar estas actividades artesanales para sobrevivir.

  Y uno mismo, al reflexionar sobre este tipo de documentales, tareas universitarias, realidades sociales y rezago educativo, comprende la importancia de la educación en zonas rurales o de las que están ubicadas en la serranía. Cuando se es niño y se vive rodeado de miseria, la escuela y  el estudio, el amor por las letras provocan esperanza ante el ardor del hambre y del no tener un techo para protegerte de la lluvia.

    También, hay que reconocer la existencia de programas en México que han estado trabajando durante décadas para eliminar el rezago educativo de nuestro país. He conocido por experiencia propia en qué consisten sus programas y la enseñanza que practican generosamente como maestros en comunidades rurales. Esos programas están enfocados en enseñar a leer y a escribir a niños, jóvenes y adultos.

  A los seis años, llegué junto a mi madre y tres hermanas menores que yo, a vivir a una comunidad que vivía a las faldas de la Sierra Madre Occidental en Cd. Victoria Tamaulipas. Al cabo de unos meses, la escuela que se hizo en una zona cercana consistía en salones de lámina de cartón negra mientras se conseguía apoyo del gobierno para edificar la escuela. Mi madre acudió a inscribirme y tomé clases en ese lugar donde enseñaban a leer y a escribir. La maestra pedía cerrar los cuadernos de matemáticas para participar en un taller de lecturas que impartía un maestro. Ahí conocí la maravilla de una literatura que no era religiosa y a la misma vez, fui desarrollando mi amor por el estudio.

   Años después, supe que ese maestro de lecturas también formaba parte de un programa llamado Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), el cual ha contribuido al desarrollo de la educación en lugares de difícil acceso. Sin importar el lugar,  serranía, cerros, poblados alejados a miles de kilómetros de la ciudad, la misión de estos programas es que niños y niñas ejerzan su derecho a la educación.

    Ahora bien, por lo menos, en cada pueblo existe una iglesia, y en el documental se puede observar perfectamente. Su participación es indispensable, por supuesto, sin necesidad de pedir algo a cambio como el de convertir a los niños y niñas. La ayuda humana, también debería formar parte de los planes de la iglesia en estos sectores desfavorecidos. Por muy poca que sea la ayuda económica o material, se pueden lograr muchas cosas. Como el de luchar por conseguir agua potable y electricidad, eso haría las cosas más fáciles, o sería una contribución importante.

   Lo tomo en consideración, porque sé también que ha existido ese tipo de participación en las zonas rurales. Por medio de la iglesia, existe una asociación llamada Caritas, un programa sin fines de lucro que trata de combatir la exclusión, la pobreza y la desigualdad social. Esta organización apoyó con recursos económicos y materiales a mi madre y a los que vivían en mi comunidad nombrada América de Juárez y jamás hubo intento de convertirnos a la religión católica.

   Por lo tanto, ¿existen programas que tomen acción en zonas rurales o indígenas? Claro que sí. Sin embargo, se necesita aún más difusión y participación de cada uno de nosotros para llevar la educación a las comunidades que más lo necesitan. Para que no existan más niños alienados realizando tareas que le corresponden al adulto como el de cultivar tomate, maíz, pastorear ganados, trabajo de albañilería, acarreo de agua y leña por kilómetros de caminos. Que estos niños tienen derecho a sobrevivir y apoyar a su familia o comunidad, puede entenderse hasta cierto punto. Pero, lo lamentable aquí es, que no se puede sustituir un derecho por otro. Hace falta la institución que promueva el derecho a la educación de los niños.

    Aunque el panorama que presentó Eugenio Polgovsky puede considerarse pesimista, sé que tiene solución y lo afirmo porque lo he vivido en carne propia. Si ingresé hasta los 36 años a la educación universitaria, fue precisamente por esa conciencia que se crea en comunidades donde falta todo. La de creer que no hay otro modo de vida que el de trabajar cuando uno es mayor de edad en una fábrica que consume la mayor parte del día.

    Pero, siempre está en cada uno de los que hemos pertenecido a una zona rural o de serranía, la esperanza de un futuro mejor. Creo firmemente que la solución está en la participación de los otros. De la ayuda e interés de cada uno de los ciudadanos independientemente del lugar en que habiten, partido político, religión o clase social.

   Pertenecer a una comunidad no significa que debamos vivir como un sector apartado de  aquellas que corren la suerte de pasar desapercibidas y que sobreviven a diario de una y mil formas. Primeramente, hay que saber que, aunque el documental se mostró en el 2008, existen todavía infinidad de comunidades o zonas rurales donde no se recibe la educación y aún existen realidades como las que viven los niños y niñas del documental.

    Hacen falta más ayudas para estos niños, becas para ellos y no para los que vivimos en la ciudad. Son ellos quienes deberían recibir las becas para que así sus padres entiendan que se van a dedicar al estudio y como parte de una mejor fuente de inversión. Si un niño o niña estudia arquitectura, enfermería, educación, derecho o cualquier licenciatura en un futuro, va a saber lo que necesita su gente. Van a pensar en propuestas para los que no están viviendo su infancia y que no reciben educación.

      Finalmente, el director hizo un extraordinario documental, no hubo necesidad de preparar entrevistas ni diálogos que ayudaran un poco a la narrativa del trabajo audiovisual. El director captó todo por medio de su cámara, la sonrisa del niño que carga cubetas llenas de agua, el trabajo y actividades que realiza cada miembro de esa comunidad, a niños y niñas trabajando arduamente para sobrevivir y alimentarse junto a los adultos que pertenecen a esta comunidad. Polgovski lo dejó bien claro, sólo las imágenes visuales pueden contar esta realidad social desde el amanecer hasta que finaliza el día.

   ¿Cómo no he de saber lo que se siente acarrear leña o cubetas de agua a través de largos caminos sin recibir la educación? La educación y el estudio es la que me salvó la vida y lo repito orgullosamente a donde quiera que voy. Mi amor por el estudio es lo que me llenaba de esperanza en esas serranías y ese mismo amor me sigue llenando de esperanza.

    Deseo que no existan más comunidades así y desde luego, que se siga trabajando a través de programas que lleven la educación a zonas que se consideran inaccesibles. Estar conscientes de que comunidades urbanas y rurales, deben ser partícipes de los derechos humanos, participar en propuestas que contribuyan a la erradicación de esta desigualdad humana...es tarea ciudadana y del mundo entero.




Aarón Coré.*
      Nació en Monterrey, Nuevo León, México en el año de 1982.  Egresó el 2015 de la Escuela de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, México. (UANL). Actualmente, cursa el séptimo semestre de la Licenciatura de Educación en la misma universidad.

   El 23 de marzo de 2020, creó la Revista Sector Nostalgia. Pasión por el retorno... A través de este proyecto, se retorna a un tema cultural, personaje o trayectoria de un artista específico y se vincula con nuestro presente por medio de la escritura, podcast, entrevistas y breves documentales.

   Fundó  Mezquiteatro, el 6 de febrero de 2019, una compañía teatral independiente en la que realiza talleres, escritura, teatro y encuentro con las comunidades.  

*Actualizado el 24 de enero de 2022. Monterrey, Nuevo León, México.

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