¡Vive la pasión por el retorno!
Un grupo de amigos y yo,
acostumbrados a despertar antes de que el sol lo hiciera, tomamos la iniciativa
de subir a la montaña para ejercitarnos y tomar aire fresco, una vez a la
semana.
En una de esas ocasiones
llegamos muy arriba de la montaña y encontramos una casa bien cuidada, con
macetas al exterior que tenían flores de muchos tipos y colores. Al parecer
alguien cocinaba dentro, por el humo que salía por una de las ventanas y que tenía
muy buen olor. Quien quiera que estuviese detrás de esas paredes, tendría
experiencia en la cocina.
Dejamos de trotar y nos
miramos unos a otros. Para este momento, es necesario decir que ya había salido
el sol, lo cual disminuía el suspenso de la sorpresa.
-
Extraño. Una casa, en medio de la
nada – dijo uno de mis amigos, quien estaba al frente del trote.
-
Hay que tener cuidado, no vaya a ser
de chocolate – bromeó, quien se encontraba al final de la fila.
La puerta se abrió y salió
una mujer de avanzada edad y vestida de blanco, con un cabello canoso,
hermosamente adornado con flores. Salió dispuesta a regar las plantas que adornaban el sendero que
servía como camino para llegar a la entrada.
-
Buenos días – nos dijo con una
sonrisa – hace mucho que nadie viene por acá.
La situación comenzaba a
provocarnos un poco de miedo, teniendo en cuenta los cuentos de hadas no
parecía que fuéramos a tomar un buen rumbo. Aunque “vivir feliz por siempre” me
daba la confianza de que sucediera lo que sucediera, terminaríamos con un buen
final. Pero en que estaba pensando, eso es ficción, esta es la realidad. Que si
nos dejásemos llevar por nuestros pensamientos, nos haría entrar en un debate
de que es ficción y que es realidad. Y para mí la realidad es todo aquello que
es palpable… entonces, si la felicidad no es palpable, ¿la felicidad es una ficción?
Mejor, retomemos la anécdota de la mujer anciana.
-
Solo pasábamos por aquí, andamos
haciendo senderismo – dijo uno.
-
Se ven sedientos - nos dijo la
anciana - y tal vez hambrientos, estoy preparando de comer, es poco, pero aún
estoy a tiempo de preparar algo más, si gustan pueden quedarse, ya ven que les
digo que hace mucho que nadie llega por acá…
-
No se preocupe – interrumpí –
traemos nuestras cantimploras y aún no tenemos hambre, ya nos íbamos, solamente
que nos sorprendió un poco encontrar una casa en medio de la nada.
-
A todos les sorprende – dijo con tranquilidad
y se dispuso a regar las plantas. Nos miramos y nos dispusimos a retirarnos –
por los cuentos de hadas.
-
¿Cómo? – gire inmediatamente mi
cabeza hacia ella.
-
Es por los cuentos de hadas, que las
personas creen que soy una bruja o algún mal augurio, pero no es así. A mi
edad, apenas tengo la fuerza para cargar la tina y regar las plantas.
-
Es que… justo es lo que… pensé –
seguía con asombro.
-
No te preocupes, todos suponen eso la
primera vez que me ven – siguió con su tarea.
-
Es usted muy sonriente, parece muy feliz
– dijo el amigo del final de la fila.
-
Aunque nadie viene a visitarme, soy
feliz aquí arriba: con el aire fresco, el trinar de los pájaros y la
tranquilidad que se siente con el silencio.
-
¡Vaya! Yo no seré completamente
feliz hasta que no realice el viaje de mis sueños – dijo el mismo amigo.
-
Pero claro que el viaje de tus
sueños forma parte de tu felicidad. Aunque el viaje por si solo, no es la
felicidad, pero forma parte de ella.
-
Entonces cuando suceda seré feliz.
-
¿No eres feliz en estos momentos? –
y se dio inició la conversación entre la anciana y el amigo del final de la
fila.
-
Pues, en estos momentos me siento…
bien.
-
¿Y como piensas que te sentirás
después de hacer ese viaje?
-
¿Feliz?
-
¿Y al haber concluido el viaje?
-
No lo sé. Supongo que seguiré
satisfecho.
-
Satisfecho. ¿Pero seguirás sintiendo
esa euforia en el cuerpo como cuando se siente la felicidad?
-
No lo sé.
-
Entonces, la felicidad no está en tu
viaje.
-
¿Está diciendo que mi felicidad no
es ese viaje y que hay alguna otra cosa que me hará feliz?
-
Si el viaje lo hace sentir bien, entonces
está en las cosas que nos hacen sentir bien – agregue.
-
Estás muy cerca de la respuesta –
hizo una pausa y sostuvo la regadera con sus manos, recargándola en su vientre.
En su mano izquierda tenía una pulsera de oro, muy brillante – si nos ponemos a
hacer un listado como: yo y mi viaje, yo y un buen empleo, yo y un bonito
hogar; que es uno mismo y lo que nos haría feliz, entonces encontramos la
palabra repetida que sería “yo” y eliminamos el resto. Pues si esa palabra está
en todas las opciones, entonces ahí es donde está la felicidad, y no en las
opciones. Claro, esas opciones también van dentro de la felicidad. Y ahí está la otra cosa que te hace ser feliz.
-
¿Yo?
-
Tú, así es. Cuando estás feliz sientes
satisfacción por dentro. Entonces la felicidad está en tu interior. Está
dentro, en el corazón. No en el exterior ni en las cosas costosas. – hubo un
silencio en el cual reflexionamos – Entonces ¿Me aceptarán una comida?
Nos miramos unos a otros y ¿Cómo no aceptarle una comida a esta
mujer que tenía un corazón bondadoso? Solo estaba siendo hospitalaria. Así que
aceptamos. Coincidimos en que nunca antes habíamos probado algo tan delicioso.
Pasado el mediodía
volvimos a nuestras casas. Y si estás esperando que esto se convierta en un
cuento de brujas, lamento decirte que no fue así. Aunque si sucedió algo
extraño.
Días después quisimos
invitarle algo de comer, como agradecimiento a su consejo, a su invitación a
comer y a su agradable plática de aquel día. Subimos a la montaña como de
costumbre y recorrimos el mismo camino para llegar a la casa de la mujer, dimos
varias vueltas por la zona cercana y no encontramos nada. No había ninguna casa,
ni rastro de ella. Quizá fue parte de una imaginación colectiva. Regresamos pensativos
y nadie más hablo del tema en los días que transcurrieron. Creíamos que nos
jugarían locos o mentirosos. Decidimos no volver a subir tan arriba cuando
hiciéramos senderismo. En pocas semanas, empezaron a surgir contratiempos que
nos impedían seguirlo haciendo, o tal vez por la incertidumbre de aquel incidente,
buscábamos justificaciones para no seguir yendo a la montaña.
De todas maneras, nos
seguimos viendo para convivir y jugar en casa. Cada día que pasa nos sentimos
llenos de vida, cómo si aquella comida nos hubiera cambiado la forma de ver la
vida. Cómo si hubiéramos comido una ración de felicidad y estuviéramos
satisfechos.
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