Los tres estigmas de Philip K. Dick: La religiĆ³n

 
 Como mencionamos en la primera entrada de esta serie, el trabajo de Philip K. Dick (PKD) se ha mezclado entre las bases del entretenimiento cotidiano. Ya sea con pelĆ­culas y series basadas en sus textos, con pequeƱas referencias u obvias influencias. Nuestro autor estĆ” en todas partes, esto, gracias a la vigencia de su imaginaciĆ³n. Sus ideas parecen ser mĆ”s claras conforme avanza la historia y por eso es necesario revisar puntos interesantes en su crĆ­tica social.

   En este caso vamos a remarcar el elemento de la religiĆ³n y las diferentes maneras en que nuestro autor percibe del fenĆ³meno social. Esto, partiendo de algunos de sus textos y tambiĆ©n de las representaciones audiovisuales que se han hecho por quienes llamaremos: sus apĆ³stoles. Primero definamos algunas cosas.

   La religiĆ³n es un fenĆ³meno social, ha sido parte del largo camino que hemos recorrido como humanidad. Iniciando en los conceptos dickeneanos, la religiĆ³n es un conjunto colectivo de ideas e historias, de preceptos Ć©ticos y morales que nos ayudan a comprender el mundo y vivir en sociedad. No necesariamente involucra un pensamiento mĆ­stico, basta con que exista una fuerza superior por encima.

   Recorrer la obra de PKD de manera cronolĆ³gica es apreciar el cambio entre una concepciĆ³n materialista de la religiĆ³n a una visiĆ³n metafĆ­sica, una idea que adoptĆ³ a finales de su vida, cuando empezaron las sentencias de loco. Partiendo de esta divisiĆ³n trataremos de analizar ambas perspectivas, rescatando sus puntos de actualidad.

La religiĆ³n como alienaciĆ³n. VisiĆ³n materialista.

   En sus primeros escritos, nuestro autor muestra una actitud crĆ­tica hacia la religiĆ³n heredada de los jĆ³venes hegelianos y muy comĆŗn en su Ć©poca: alienaciĆ³n. Es decir, se ve a este fenĆ³meno social como un acto de autosometimiento. AdemĆ”s, de que era ya bastante claro, despuĆ©s del apoyo de la Iglesia CatĆ³lica a las potencias del Eje, que las instituciones religiosas eran mĆ”s cercanas al militarismo que al espiritualismo.

   Pero no ve solamente un problema, sino que ve una forma de vida. El sentimiento religioso que se explica con la pertenencia “clara” a una colectividad y lo que estamos dispuestos a realizar por defender esta identidad es lo que interesa a PKD. Esto se refleja a la perfecciĆ³n en la obra The Man in the High Castle, esencialmente en los personajes de Robert Childan y Joe […], el primero un americano aspirante a rodearse de japoneses de clase alta; el segundo, un espĆ­a nazi que sin importar cuantas veces pudiera redimirse, continua con su misiĆ³n de ser condecorado por el FĆ¼hrer.

   La adaptaciĆ³n de esta novela a una serie de Amazon tuvo que profundizar en la cotidianidad de la vida bajo el dominio de las potencias del eje, lo que nos dejĆ³ grandes ejemplos de las consecuencias de la obediencia al Estado y de la frĆ”gil naturaleza del mismo. En la escena que compartimos aquĆ­ –sin spoilers- podemos apreciar un acto lleno del sentimiento de pertenencia nacionalista, estatista, que es Ćŗtil para los nazis al tratar de controlar todo un mundo. Pero, la actitud que observamos le sirve a cualquier otro rĆ©gimen.

  Como decĆ­a Bakunin: En el fondo, la conquista no sĆ³lo es el origen, es tambiĆ©n el fin supremo de todos los Estados grandes o pequeƱos, poderosos o dĆ©biles, despĆ³ticos o liberales, monĆ”rquicos o aristocrĆ”ticos, democrĆ”ticos y socialistas tambiĆ©n[i]. AsĆ­ mismo, Ć©stos necesitan de una religiĆ³n, propia o aliada, para poder mantener esta conquista. Pero, Philip estaba tambiĆ©n consciente de que la ilusiĆ³n se cae.

   PKD escribiĆ³ varios resultados posibles sobre lo que pasarĆ­a al caerse la farsa religiosa –sea cual sea. En algunos casos, la desconfianza en los protocolos del Estado lleva a desenlaces inesperadamente trĆ”gicos como es el caso del cuento El Impostor. AquĆ­, la paranoia del militarismo nos muestra a una persecuciĆ³n sin sentido que desmorona la vida de un fiel servidor del gobierno, muy al estilo de Kafka.

   O puede llevarnos a inesperadas soluciones que desafĆ­an la estabilidad de la sociedad como la conocemos, que en el sci fi y en la historia suelen ser sociedades militarizadas. Nos referimos al cuento Human Is de la cual se hizo una excelente adaptaciĆ³n en la serie Electric Dreams, donde se destaca el ser un episodio hecho con base en las interpretaciones de tres mujeres: la escritora Jessica Mecklenburg, la directora Francesca Gregorini y la actriz Essie Davis. La voluntad del Estado es violable, pero sigue ahĆ­, una lecciĆ³n trascendental para el mundo despuĆ©s de la Segunda Guerra Mundial.

  A final de cuentas el resultado siempre era el mismo: la individualizaciĆ³n. Dicho proceso, junto con el hartazgo hacia la vida que produce, se pueden observar en la obra clĆ”sica ¿SueƱan los androides con ovejas electrĆ³nicas? y su imprescindible adaptaciĆ³n de cine Blade Runner. PelĆ­cula donde el elemento que brilla por su ausencia es precisamente la religiĆ³n que rodea la historia: el merceranismo.

   Esta religiĆ³n inducida por la electricidad nos recuerda a la vieja vida de la deidad cristiana (nacimiento-muerte-resurrecciĆ³n) y brinda al individuo de una experiencia compartida que a su vez permite volver a sentir empatĆ­a de manera artificial. El escape de una realidad en decadencia despuĆ©s de la guerra, la obviedad de la referencia nos salta a los ojos. Durante la posguerra, nuestro mundo vivĆ­a un resurgimiento econĆ³mico que se verĆ­a seriamente afectado en las dĆ©cadas de 1970 y 1980, con ellas nuevas formas de espiritualidad se manifestaron en nuestra sociedad.

   Precisamente estamos hablando de la Ć©poca en la que surge lo que podrĆ­amos llamar una sociedad de consumo o del espectĆ”culo[ii], es decir, una sociedad que se desarrolla totalmente bajo los principios de la oferta y la demanda. Esto no pasa desapercibido para PKD, en la obra que da tĆ­tulo a estos ensayos Los tres estigmas de Palmer Eldritch, en la cual podemos observar claramente la conexiĆ³n de nuestra argumentaciĆ³n.

   La Tierra estĆ” al borde del desastre ecolĆ³gico, el Estado Ćŗnico y militarizado de la ONU desarrolla la expansiĆ³n espacial, la cual se sostiene con un sistema de reclutamiento forzoso para la colonizaciĆ³n de Marte. Dicho proceso es aguantable gracias a los productos que ciertas empresas proporcionan. Mismos que son solo disfrutables si se usan bajo la influencia de la droga Can Di que es considerada ilegal por la ONU, pero es producida por la misma industria, mientras el gobierno voltea hacia otro lado.

  En las colonias la situaciĆ³n es tan desesperada que se inicia una religiĆ³n en torno a las drogas. Por su lado, el viejo cristianismo busca su lugar luchando en contra de las herejĆ­as y el ateĆ­smo resultado de un futuro desolador. Considero, esto queda clara la visiĆ³n de Philip K. Dick como alienaciĆ³n. Profundizaremos aĆŗn mĆ”s en la cuestiĆ³n del consumo en la siguiente entrega. Por ahora, podemos observar que la religiĆ³n permea los trabajos de PKD y la situaciĆ³n histĆ³rica en la que se encuentra dicta esta influencia.

MĆ”s allĆ” de nuestros sentidos. VisiĆ³n metafĆ­sica de la religiĆ³n.

   Debo admitir que nunca he sido bueno para las interpretaciones metafĆ­sicas, por lo que no me voy a detener mucho en este punto. Espero que de igual manera quede claro –si es que eso es posible- las posturas de PKD en cuanto la existencia fuera de nuestro entendimiento.

   En la biografĆ­a de PKD resaltan dos acontecimientos y un contexto que dan pie a sus pensamientos mĆ”gicos. Primero la muerte de su hermana melliza Jane Charlotte Dick, quien muriĆ³ a las 5 semanas de nacida. DespuĆ©s, una operaciĆ³n de muelas que saliĆ³ tan mal que generĆ³ alucinaciones intensas en el escritor, del cual salen muchas de sus ideas posteriores. Finalmente, la juventud en decadencia de finales de la dĆ©cada de 1970, quienes se reunĆ­an en casa del autor para consumir alucinĆ³genos.

   Al juntar todos estos factores tienes como resultado el inicio de una paranoia que va mĆ”s allĆ” de la vigilancia del Estado de la que hablĆ”bamos anteriormente. Para el final de su vida PKD argumentaba que una entidad superior y desconocida que se encontraba en el espacio empezaba a comunicarse con Ć©l. Esto lo desarrolla en una de su obra V.A.L.I.S. (cuya traducciĆ³n al espaƱol serĆ­a Sistema de Vasta Inteligencia Viva) donde un joven que disfruta de la contracultura gringa se embarca en una bĆŗsqueda mĆ­stica. Claramente es una referencia al propio camino espiritual de PKD.

   La entidad que se plantea como superior es en realidad el conjunto del pensamiento colectivo, idea que termina de desarrollar en su obra pĆ³stuma Radio Free Albemuth la cual cuenta con una adaptaciĆ³n homĆ³nima, donde el buen Shea Whigham interpreta al propio PKD en su intento por comprender este ser mĆ­stico mientras escapan de un rĆ©gimen fascista. Todo PKD en una sola novela.

   Nuestro autor no se detiene imaginando a un ser superior que nos representa como colectividad. En la famosa conferencia en Metz, Francia, PDK argumenta que ha comprendido la existencia de Dios. Existe, pero no estĆ” en el cielo, sino que habita un espacio que conecta diferentes realidades, de ahĆ­ el origen su omnipresencia. JesĆŗs por su parte es el mensajero de este Ser, un humano que puede recorrer libremente entre universos, explicando asĆ­ su resurrecciĆ³n y su ascensiĆ³n.

  Viendo las caras de las personas asistentes nos damos cuenta de que ya no se tomaba en serio a este escritor, asĆ­ como podemos notar lo convencido que estĆ” de sus ideas. Esto no fue resultado espontĆ”neo de un brote de locura, sino que es el camino que el autor fue recorriendo en su obra, desde las primeras novelas hasta sus trabajos pĆ³stumos.

  Hagamos un recuento rĆ”pido. En The Man in the High Castle a travĆ©s del orĆ”culo chino, el I Ching, los personajes son capaces de percibir que existe una realidad en la que los Aliados ganan la segunda guerra. ¿SueƱan los androides con ovejas electrĆ³nicas? es la decadencia de todo tipo de sentimiento de empatĆ­a, por lo que es necesario inducirla En Los tres estigmas de Palmer Eldritch la reciĆ©n introducida droga Chew Zi genera una distorsiĆ³n del tiempo y el espacio tan grande que es merecedora de la creaciĆ³n de una nueva religiĆ³n. Finalmente, estĆ”n V.A.L.I.S. y Radio Free Albemuth donde la bĆŗsqueda va mĆ”s allĆ” de nuestro comprendimiento.

  Cabe destacar, que esta parte de la visiĆ³n religiosa de PKD tambiĆ©n se ve extendida en la serie The Man in the High Castle donde los creadores mezclan la trama de la novela con los pensamientos posteriores del autor y se convierte en un mundo abierto por las enormes posibilidades del multiuniverso, claro, amenazado por la necesidad de conquista del gobierno nazi. Aunque, el programa empieza a decaer cuando se alarga de mĆ”s, pero no dudo que a PKD le hubiera encantado apreciar su teorĆ­a llevada a la televisiĆ³n.

Algunos comentarios finales.

   Para finalizar me gustarĆ­a dejar abierta la posibilidad de que PKD entendiera a este ser mĆ”gico como una alegorĆ­a al pensamiento colectivo y las presiones que Ć©ste ejerce sobre Ć©l. Desafortunadamente, no es muy fĆ”cil encontrar las dos novelas donde se menciona esto, al menos en espaƱol, por lo que no podrĆ­a seguir explicando el punto.

   Lo que sĆ­ puedo decir es que, como ya mencionamos, la religiĆ³n es un elemento clave en la obra de PKD. Su visiĆ³n sobre la decadencia de la sociedad de consumo y la necesidad de la misma por llenar el vaciĆ³ existencial que permea en un mundo mercantilizado es clara, crĆ­tica y completamente rescatable para el siglo XXI, principalmente en los momentos de aislamiento en la que nos encontramos no solamente durante el COVID-19.


[i] El principio federativo de Mijail Bakunin
[ii] Esto bajo el anƔlisis de Guy Debord y la Internacional Situacionista.


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